Hace un par de semanas uno de nuestros niños concluyó su programa en Ahava.
No olvidamos el día que llegó a nuestro refugio, desconfiado y con comportamientos que evidenciaban lo difícil que habían sido sus pocos años en la tierra.
Nuestro equipo en Ahava hace un excelente trabajo en cuidar los corazones de los niños que llegan, pero en este proceso, hubo un factor que fue clave para caminar en sanidad con este caso en específico.
Fue la amistad y el cariño de otro pequeño, hijo de una integrante de nuestra asociación.
Su amistad, que se gestó entre horas de juego, pláticas y tiempo cantando alabanzas, nos recordó que existen formas tan sencillas y reales de servir, que terminan transformando e impactando vidas.
Ahora que este pequeño se fue, nos llena de alegría el saber que conoció a un amigo, un amigo que le recordó la inocencia de ser niños, lo divertido que es vivir en libertad y sobre todo, le mostró una fe en Dios que sabemos jamás olvidará.
Al despedirnos nos dijo que cuando fuera más grande regresaría a visitarnos. No sabemos si sucederá, pero nos paramos en esperanza, creyendo que su futuro será glorioso y su historia será una digna de ser contada.
La pureza de un niño nos ha retado. La pureza de un niño, ha sanado.
Esto es Ahava.
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